viernes, 1 de abril de 2016

El futuro, oscura maravilla


Nadie desearía vivir en un edificio que está al borde del colapso. No habría motivos. Ni siquiera la nostalgia de un glorioso pasado podría aferrar a alguien a una estructura débil, incierta. Sólo el engaño, sólo el hombre lo lograría. Porque claro, basta un poco de maquillaje, mostrar a la vista una cosa segura, agradable, renovada, y probablemente muchos ingenuos terminarían allí.

Sucede que en los últimos años parece haberse acrecentado la necesidad de querer revelar construcciones ruinosas como únicas alternativas posibles; también el interés - grosero, que ya ni se esconde - de querer seguir por el mismo rumbo: ése en el que los ricos son unos pocos, y donde el pobre figura como una consecuencia casi insalvable, inexorable (y hasta necesaria).

Suponer entonces al futuro como la continuidad de ése presente, es exactamente la misma falasia. De ningún modo podría sostenerse una dinámica que apenas resulta sostenible en la actualidad. El sistema industrial ya tuvo su auge, ya tuvo sus tiempos prósperos, y ahora ya ha encontrado su límite, su punto culminé. Está bien, quizás cueste reconocerlo. Pero guste o no, el industrialismo, como dicen los jóvenes, "ya fue"

Y la prueba diáfana de ello está, por ejemplo, en los diarios, en las simples noticias de todos los días. No es una realidad ajena. Pobreza, desnutrición, desempleo, escasez de recursos, cambios climáticos, ecología, son apenas algunos de los tantos síntomas globales latentes que exponen cuán frágil y vulnerable son los cimientos de la oxidada industrialización.

Es evidente que los problemas más urgentes del mundo ya no encuentran - ni encontrarán - resolución en este esquema. Por eso quienes ostentan el poder (al menos por un rato), insisten, ante la desesperación, con la idea de que no hay final, de que el sistema nunca caerá. Como si la mera repetición de conceptos construyera verdades.

Por eso también, es tan absurdo como incorrecto pensar con angustia los tiempos venideros. Es lógico cierto temblor, cierto caos. Da cuenta de la dimensión que conllevan los grandes y profundos cambios que se avecinan. Habrá que afirmarse, sí, pero no hay porqué temer. Se despliega ante el mundo un nuevo abanico de oportunidades, cargado de un aire distinto, inédito, desconocido por todos.

El futuro es esperanza. Lejos está el mundo de quedar oculto por el polvo y los escombros de aquellas estructuras falases. Hay mucha más luz y claridad de la que realmente se cree – perdón, de la que quieren hacer creer. Porque como dijo Borges en los versos de 1964, aunque la vida es corta y las horas tan largas, una oscura maravilla nos acecha.

*Trabajo realizado para la materia "Deontología", dictada por el profesor Nicolás Fabiani.  Cabe aclarar que el texto expuesto está inspirado en la lectura del libro La Tercera Ola (1979), del estadounidense Alvin Toffler (foto).