martes, 26 de enero de 2016

Arte contemporáneo: más preguntas que respuestas


El otro día fui a una muestra de arte contemporáneo en la que se exponían importantes obras históricas. Al llegar, me encontré con una sala repleta de cosas. Literalmente. Por suerte, a mi lado tenía a la élite de entendidos que, aunque se comunicaban en términos más abstractos que los propios cuadros, por lo menos parecían disfrutar a su manera. “¡Oh, qué sublime!”, exclamaban estupefactos.

Confieso, sin vergüenza, que fue una experiencia poco grata. Igual, no creo haber sido el único en esa situación. Perdí más tiempo mirándolos a ellos que a las obras. ¿Qué maravillas se escondían detrás de las latas con excrementos de Manzoni, del mingitorio de Duchamp o del cuadrado negro sobre fondo blanco de Malevich? Al final, Baudelaire tenía razón: “lo Bello siempre es raro”.

Pero no digamos bello; no quiero herir susceptibilidades. Le costó tanto a la vanguardia remover este concepto del territorio del arte y su definición que, de ningún modo, se permitiría que un retrógrado hable de estas actitudes tan extemporáneas. Porque ya no existe esa afirmación por los valores tradicionales. Porque "hablar de belleza, hoy, es kitsch, demodé".

Entonces, es casi ridículo preguntarnos en estos días: ¿Esto es bello, bueno u original?. Debemos, inexorablemente, reemplazar esa pregunta por otra: ¿Cuán abierto estamos a otras posibilidades artísticas?

Y parece ser que somos bastante abiertos: La exposición "Los mundos del cuerpo" del alemán Von Hagens, que muestra los restos plastificados de 200 cadáveres en distintas poses, recibió 13 millones de visitas. Llamativa la gran masividad que mueven estas formas de arte no tradicionales. Desconcierta. ¿Gusta lo que no se entiende? Es evidente que lo que seduce nunca suele estar donde se piensa.

 ¿Espejo de qué son estas multitudes? Escuché decir por ahí que es una señal de que nos estamos acercando a un consenso de lo que hoy llamamos arte. Parece mucho, pero quién sabe ¿No? Por ahora, igual, lo único cierto son los billetes que dibujan sonrisas. Me es inevitable recordar el lienzo pintado con orina que se vendió por más de 93 mil dólares hace un par de años ¡Qué piola este Warhol!



Sin embargo, esta gran audiencia no es más que la evidencia irrefutable de la corrupción del arte. Contaminados por la lógica mercantil, los museos se asemejan cada vez más a catedrales donde se celebra una extraña unión entre espectáculo y consumo. No cotiza la obra, cotiza su autor. Lo que importa es el artista, no su producción. ¡Qué absurdo! Por eso pregunto: ¿Cuán genuina es la búsqueda por el impacto y la provocación? ¿Se puede seguir siendo irónico y contestatario en el siglo XXI, sin ser absorbido por el mercado?

Soy consciente, de todos modos, que ni siquiera las respuestas a estas preguntas serán suficientes para develar el gran interrogante de todos los tiempos: ¿Qué es el arte?

*Trabajo realizado para la materia "Espectáculos", dictada por la profesora Gisele Cebrian. Las conceptos expuestos no son propios sino que son extraídos de la lectura de los siguientes artículos (propuestos por la docente) correspondientes al diario Clarín y Página 12, respectivamente: "Los polémicos límites del arte" y "De lo bello a lo interesante". Sólo desarrollé la confección e idea general del texto. Aclaro, a priori, para evitar malentendidos.